Especial Día de la madre…

Publicado el 08/10/2019

Llega él bebe, con el relato de la Dra. Marisa Landa

Seguramente, si ya pasaste por ese momento mágico de la vida en el que decidiste, te animaste, tuviste el test positivo, festejaste y esperaste el día ese de tanta incertidumbre en el que ibas a conocer a tu hijo; tenes muy presente cómo se sucedieron los hechos a partir del momento en el que, al fin, hiciste esa llamada: “Rompí la bolsa” o “Tengo contracciones y son dolorosas”. Habrás recordado y relatado varias veces esa historia.
Pero ¿alguna vez se te ocurrió pensar qué es lo que pasa del otro lado del teléfono? ¿Qué es lo que ocurre para que la máquina se ponga en movimiento y todo esté listo para recibirlos a ustedes y su bebé en el sanatorio?
Bueno, ¡yo te lo voy a contar!
Lo único que suena en mi teléfono es la llamada. Por eso siempre te digo, que ante una urgencia, me llames de llamada, porque ni un mensaje ni un WhatsAap me despiertan. Así que cuando suena, no sé bien por qué, yo ya sé que el día cambia de planes.
“Quédate tranquila, date una ducha, y llámame en una hora”. Inmediatamente me levanto y disco a Norma, mi partera, mi Hada Madrina. Tenemos una hora para organizar todo. Hacer memoria, acordarme como estaba el cuello de tu útero la última vez que te revisé, recordar tu cobertura social y qué sanatorios te corresponden y cuál es el que vos preferís. Generalmente, Norma se encarga de hacer el llamado y reservar la cama… cuando hay! Hay fechas complicadas, en las que los sanatorios tienen siempre todas las plazas ocupadas. Los días previos a Semana Santa y del 15 al 22 de diciembre son muy complicados, pero Norma es tan amable y educada, que los administrativos siempre le consiguen algo. Conseguir el anestesista suele ser un inconveniente. Pero en nuestro equipo hay garantía de que siempre está presente en el momento justo, porque mi compañero de vida es quién se encarga de sacarte el dolor y él está siempre al pie del cañón!
Y entre llamados y llamados resulta que trascurre esa hora. Y volvemos a hablar. Y ya está todo listo. Norma te espera en el sanatorio dentro de una hora y media. Y cuando llegas, con bastante dolor, pero mucha más incertidumbre, o incluso un poco de miedo, ahí está ella con su sonrisa y su paz para acompañarte todo el tiempo que falte hasta que llegue tu bebé.
¿Y yo? ¿Qué hago hasta encontrarte en el sanatorio? Depende. Si es de madrugada, me levanto, me ducho, preparo la vianda del colegio de los chicos y llamo al remis para que los lleve a la escuela (porque ya sé que no voy a estar). Si es de mañana o de tarde, llamo a todas las pacientes que tenía citadas en el consultorio para cancelarles el turno y reprogramarlo. Si estoy en una fiesta, organizarme para irme a cambiar a casa y no llegar al sanatorio con los tacos aguja. La peor situación, la que más me angustia, es cuando estoy en el cumpleaños de alguno de mis hijos o en sus fiestas de egresados, o en un evento social o escolar importante para ellos. Pero no se negocia. Un parto de mamá es un parto de mamá y ella se va.
Y durante el camino me voy poniendo al tanto de cómo estás, de cómo está tu bebé, de qué probabilidades hay que podamos hacer un parto o tengamos que hacer una cesárea, de si falta poco. La angustia se va, el sueño también. La adrenalina me mueve, me pone pilas, me enfoca. Y el tránsito nunca colabora. Parece que mientras más apurada estoy, más autos hay en la calle. Alguna vez me ha parado la policía, o un piquete, o alguna manifestación. Siempre corriendo, pero siempre se llega.
Y nos encontramos. La paz de tu mirada cuando entro a sala de partos y te toco la panza es una de las sensaciones más lindas que me regalaste sin saberlo. El anestesista ya llegó, Norma siempre estuvo; nos miramos los tres y tantos años trabajando juntos, nos entendemos con la mirada. ¡Tantas palabras nos ahorramos! Cada uno hace su parte, nos movemos con soltura para no alarmarte, para que sientas que está todo bien. De repente, la sala de partos se empieza a llenar de gente. La enfermera, la técnica de anestesia, la nurse, el neonatólogo. Yo desaparezco un rato y aparezco toda disfrazada con las manos en alto como en las películas…. Te cambiamos de posición y te damos algunas órdenes, a vos y a tu pareja. Sostenele la cabeza, acércale el oxígeno… Respira así, hace fuerza ahora, mírame a mí….
¡Abrí los ojos! ¡Míralo nacer! ¡Escúchalo! ¡¡Llegó tu bebé!! Y eso calentito que te apoyan en el pecho, es esa persona que estuviste esperando e imaginando tanto tiempo!
Quizás ese sea el final de mi relato. Sin embargo, ese es el inicio de todo. De su vida. Y de tu rol como mamá.
Yo me voy del sanatorio, a la hora que sea, con esa imagen en el alma: ustedes tres abrazados en la camilla esperando para ir a la suite.
Esa imagen vale todo. Da ganas de seguir. Llena el corazón. Me hace sentir orgullosa y agradecida de ser parte de tu familia y de tu historia para siempre.
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